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A clases

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Tigres de papel

Por Francisco Javier Mares

Aprendido el ABC del respeto al estudiantado -es de suponer que pasaron por ahí, en una u otra aula-, el rector de la Universidad de Guanajuato, Luis Felipe Guerrero Agripino; el gobernador del estado, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo; por añadidura, el alcalde de la ciudad capital de la entidad, Alejandro Navarro Saldaña; y hasta el fiscal del territorio, Carlos Zamarripa Aguirre, se disculparon.

El paro en la UG, después de más menos una semana, acaba. Eso es bueno ¿Qué pasó ahí? Al menos dos cosas:

Uno. Lo importante. Las y los estudiantes, sobre todo ellas, se hartaron de la displicencia de sus autoridades académicas y ministeriales en relación a los casos de acoso sexual, lo mismo entre pares que con una ventaja jerárquica docente.

Denunciaron una y otra vez, en los cauces institucionales y de manera pública, sin escuchar respuesta. El rector ‘se hizo pato’ a lo largo de todo su primer mandato -y ya va en el segundo-. Las y los jóvenes decidieron no aguantar más. Se fueron al paro, inédito en sus causas y su determinación. Presentaron un pliego petitorio de lo más básico y, comprometida su satisfacción, regresan a clases para el cierre de cursos.

Dos. Las autoridades parecen haber aprendido la lección. El gobernador del estado, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, probó su sensibilidad social. Así fue y hay que decirlo. Evidenció, de hecho, la proverbial testarudez panista de la asesoría en la oficina segunda en importancia en su gobierno. Diego dejó en claro desde un principio: voy. Fue y eso estuvo bien -eso sí, en su reducto de la reunión rutinaria de seguridad, pero eso es lo de menos.

Un caso es el del rector Luis Felipe Guerrero Agripino. El tipo montó todo un melodrama. Retórica y actuación como en concurso de oratoria de secundaria. Al rector Agripino le ganó su vocación por el paternalismo y su gesto perdonavidas. Él es así. Se disculpó en el Teatro Principal, inimaginable un mejor escenario. Ahí no hay mucho más qué hacer. Renunciarlo, si acaso.

Lo otro, es lo que sigue. Y es bastante. Lo primero es que se pongan en tinta, en la UG, los escenarios y las sanciones. Reglas claras. Que ni el rector, ni las y los profesores, ni el personal administrativo, ni las y los propios estudiantes tengan margen -y lo sepan-, para transgredir la norma. Ninguna. Simple.

El episodio, sin embargo, rebasa el ámbito de las aulas y el espacio de los recesos de la UG. Al presidente municipal de Guanajuato, el panista Alejandro Navarro Saldaña, los estudiantes reclaman asuntos que debieran ser -carajo, qué hace entonces-, de su agenda diaria. Para algo contribuyen los contribuyentes -si usted disculpa el exceso-: alumbrado, patrullaje… Navarro dice que sí, pues, pero hace nada.

Personaje central es, por supuesto, el fiscal general del estado, Carlos Zamarripa Aguirre, empecinado desde su encargo humilde de procurador de justicia, en minimizar, en los hechos, por mal clasificar, los ataques a las mujeres -por favor no pregunte por qué, porque esas son cosas de psicólogos- ¿Que Guanajuato no califica en la tabla de feminicidios? No, porque la Procuraduría de Justicia no los consigna así. El resto son mentiras. 

Otros. Llama la atención el silencio del jefe de los diputados federales panistas, Juan Carlos Romero Hicks, ‘Santo Patrono de la UG’. A lo largo del trance, él y su cofradía callaron. Juan Carlos perdió la elección de la rectoría, pero sus alfiles siguen en la colmena y otros amagan con regresar. Nada dijo, Romero Hicks. La evaluación de ‘una mera grilla’ desnuda su presunto interés real por la educación. En fin.

Y está, bueno, el Poder Judicial del Estado de Guanajuato, jefaturado, es un decir, por la Magistrada Claudia Barrera Rangel -que afortunadamente ya se va-. El aparato ha sido comparsa de los intereses político electorales del Ejecutivo del estado para desaparecer a Guanajuato en el mapa de violencia contra las mujeres. Los jueces, toga y birrete puestos, han sido títeres del poder en Guanajuato. Punto.

Los estudiantes de la UG regresan a las aulas. Bien. Nos dieron una lección de dignidad. A todos. A la autoridad, por supuesto. Oficiales y educativas. A sus directivos. A sus iguales de las universidades privadas, que se someten a lo que consideran un ‘patrón’. Y más importante, a la sociedad que los vemos con muchísimo interés. A sigue.

La “amenaza” de Morena en Guanajuato

“Morena”, el Movimiento de Regeneración Nacional que tiene en la Presidencia de la nación a Andrés Manuel López Obrador, ‘amaga’ a la gubernatura que detenta el PAN en Guanajuato desde hace 30 años -bueno, eso será en el 21, pero están ahí-.

“Amaga”, en el caso, es un chiste. Sus propagandistas alínean -¡De verdad!-, al exalcalde entonces panista de León, Francisco Ricardo Sheffield Padilla, hoy ‘morenista’ procurador de la defensa de los derechos del consumidor como ya, ‘precandidato’ a gobernador -no se ría-, así lo escriben.

El punto es que Sheffield se sentó a comer con un millar de convocados por Raúl Márquez Albo, eterno burócrata de medio pelo que hoy cobra como diputado local, sí, de Morena, tal y como le ha otorgado su jefe político Ricardo Sheffield. Y ya.

Ricardo Sheffield fue candidato -por el registro, pues-, a gobernador. Los votantes de Guanajuato le confirmaron que nadie lo conoce más allá de la desviación a Comanjilla. Ni modo. Aún así, factura obliga, lo promocionan algunos. Va.

Sheffield en una asesoría pésima a ‘El Peje’ robó la candidatura a Antares Vázquez, bien premiada como Senadora de la República y nada pasó. Así que Sheffield, un panista radical, mantiene su engaño ahí. Hábil es.

LA JAULA

La demócrata Nancy Pelosi se dignó a decir sí al T-MEC. Hombre, gracias.

Correspondencia: [email protected]

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